jueves, 26 de noviembre de 2015

COTUFAS, POCHOCLOS, CRISPETAS O TODAS ELLAS






COTUFAS, POCHOCLOS, CRISPETAS O TODAS ELLAS
Por el reconocimiento de la multiculturalidad lingüística

Por Amarú Araujo Villegas
Traductor e intérprete, miembro AVINC

    En estos tiempos de “globalización” o “mundialización” el aprendizaje de un idioma es un instrumento mínimo de supervivencia en un mundo “hiperconectado”. Surge, a mi parecer, una interrogante tanto para profesores como para aprendices ¿cuál español debo enseñar/aprender? En un nivel gramatical podríamos encontrar un grado de coincidencia aceptable; sin embargo, para la adquisición de vocabulario las cosas pueden cambiar debido a las variantes del español. Una actividad tan cotidiana como ir al cine puede transformarse en una clase magistral de español latinoamericano al momento de comprar palomitas de maíz (nombre más común en español). En Venezuela las llamamos “cotufas”, en Argentina “pochoclos”, en Perú “canchita” o “canchita blanca” y adoptan el término anglosajón “pop corn” del mismo modo que en Panamá, en donde también las llaman “pro con” probablemente por una dificultad fonética, mientras que en Colombia adoptan el nombre de “crispetas”.

    Los ejemplos antes citados son una pequeña muestra de la gama de términos por aprender en las variantes del español, y digo variantes del español porque se habla del español de España, español de Venezuela, español de Argentina, entre otras. Cada una de ellas tiene una carga cultural y ancestral que no debe quedar de lado. Así, nos adentramos en el multiculturalismo lingüístico que suele ser más importante que el propio bilingüismo, ejemplo de ello son los dichos y refranes que muchas veces no comprendemos, incluso en los propios países de habla hispana. Para los traductores estos factores multiculturales pueden ser un obstáculo difícil de superar, mas no imposible; basta con dedicarse a comprender las estructuras lingüísticas y los regionalismos o localismos propios de cada país, en este caso de habla hispana, para llegar a soluciones adecuadas a la realidad del público destinatario.

   Un profesor o alumno nunca debería decir que tal español es mejor que otro, ya que decir esto sería desconocer la cultura de una comunidad lingüística. En Venezuela, como en muchos otros países latinoamericanos, aún se preservan las voces indígenas, así como una gran influencia de términos extranjeros que acaban por “venezolanizarse” y por ende a formar parte de nuestro español. Ya algunos de nuestros platos típicos, entre otros términos, figuran en el Diccionario de la Real Academia Española el cual, resulta imperativo hacer la acotación, no es el libro todopoderoso de la lengua española, sino una recopilación de palabras en español estadísticamente más usadas dentro de las variantes del español. La falsa creencia de que “si no aparece en el diccionario, no existe” ha hecho que nuestra cultura lingüística quede en desuso y terminamos adoptando palabras como “implementar” que en realidad proviene del inglés “implement” y acabó por españolizarse e incluirse en el diccionario, dejando de lado sus primeras acepciones como “realizar”, “llevar a cabo”, “efectuar”, “ejecutar”, “cumplir”.  

    Mi respuesta a la interrogante planteada al principio sería simplemente enseñar español y crear conciencia en el alumno sobre el hecho de que las variantes están allí y en muchos casos están a la espera de ser descubiertas para resurgir de las sombras y ganar el reconocimiento que merecen.

viernes, 20 de noviembre de 2015

Sombra de Paraíso - El nuevo libro de nuestra colega Claudia Sierich

Palabras del poeta, crítico y erudito literario Alfredo Chacón en la presentación del reciente libro de Claudia Sierich, Sombra de Paraíso (OT Editores, 2015), dichas en Lugar Común el pasado domingo 8 11 y publicadas en el diario venezolano El Nacional el 13 11.

Claudia Sierich es miembro de Avinc desde 1989. 
"En este acto convocado para acompañar el bautizo de Sombra de Paraíso, el nuevo título de la poeta Claudia Sierich, deseo resaltar los rasgos de este libro que despertaron y sostuvieron mi interés durante la lectura de sus casi cien páginas.
Me refiero a la compleja y exigente decisión de, primero, asumir la traducción en cuanto actividad esencial de la cultura y desafío a la experiencia, el pensamiento y la imaginación de quien decide abordarla por su cuenta y riesgo; segundo, incorporar el acontecimiento mismo de la traducción a la contextura verbal del poemario, como una de las corrientes de toda su escritura y, en algunas de sus instancias, como único caudal navegable; tercero, singularizar a ciertas palabras alemanas junto con su eventual equivalencia en la lengua española; y cuarto, mantener vigente su pregunta por la especificidad de la traducción; pero no en cuanto definición conceptual o parte del catálogo de las profesiones, sino, precisamente, a propósito de las posibilidades y dificultades de acercamiento entre los idiomas español, alemán y francés.
Dicho esto, me autorizo a presuponer que incluso unas indicaciones tan someras como las que acabo de hacer pueden bastar para alertar al futuro lector acerca del importante asunto que en este libro, literalmente, se ventila. Mientras tanto, me complazco en anticipar ante ustedes que el asunto en cuestión es la relación más general y fundamental concebible entre poema y experiencia. O, dicho más concretamente: entre la experiencia de escribir el poema y cualquier otra experiencia, la cual en el presente caso es nada menos que el acto de traducir, de trasladar palabras de un idioma a otro. Quiero decir, de transponer entre dos idiomas los signos, significados, ritmos y sentidos que determinadas palabras, configuradas en una lengua como un poema, pasan a configurar otro poema en otra lengua.
Es un asunto que en Sombra de Paraíso está presente no solamente por el amplio espacio textual que ocupa, sino también gracias a la radicalidad del punto de vista que lo aborda. Y ambas cosas referidas, sea a la poesía en cuanto tal, como ocurre apenas comenzado el libro, cuando la voz que en él habla dice: “Los espacios que me provee el poema se abren allende toda determinación”; o con respecto a la desafiante plenitud del lenguaje, perspectiva que unas veces le revela que “a veces avanzo por zonas en las que no sé en qué lengua ando”, o “debes saber alejarte de cada lengua, si quieres hacerlo.”
Y por supuesto, es sobre todo el asunto cuya potencia interrogativa se ejerce hacia y desde la desafiante experiencia de acometer la traducción. Es decir, como lo dicen sus propias palabras: “Hacer que una lengua brote de lugar, en otra”; o “El programa temporal necesario para traducir no encaja con otros cronogramas”; o, lo cual es aún más difícil de satisfacer mediante una respuesta consideradamente admisible: “¿(Cómo) se honra una traducción de poesía?”. En todo caso, es la posibilidad o lo imposible de la obra lo que en la presente experiencia poemática de Claudia Sierich está debidamente en juego. Quiero decir, lo que está dicho en estas sus palabras: “Colocar el tiempo en obra. Obrar en el tiempo con/sentido. Porque también el tiempo se consiente.”
En fin que, como desde el primer momento he querido decirles, estamos ante un libro de esos que no son muy frecuentes en la poesía que sigue predominando en Venezuela y los otros países latinoamericanos. Un libro que no solamente se fundamenta en una conciencia suficientemente experimentada de los problemas que la creación poética de este siglo debería plantearse, sino que asume felizmente la osadía de tomar los propios materiales del trato con la poesía y con la lengua como materia prima y principio de la verbalización poética. Un libro que, para colmo de mérito, quiso y pudo responder a la doble y única experiencia de su autora: la persona que bajo el nombre de Claudia Sierich vive de ejercer la doble vocación de poeta y traductora, según el caso más o menos simultánea." 

lunes, 16 de noviembre de 2015

En defensa de los traductores venezolanos y de unas tarifas no degradantes (Repost)

Compartimos con nuestros lectores la entrada aparecida en el blog del Lic. Juan Pablo Sans  http://hablemosdetraducirydivertirnos.com/2015/11/15/en-defensa-de-los-traductores-venezolanos-y-de-unas-tarifas-no-degradantes.  Nos pareció muy pertinente llamarlo y solicitarle su permiso para publicarlo acá.  Cuando le pedimos una breve reseña de sí mismo, dijo:

Soy Lic. Juan Pablo Sans, venezolano residenciado en el Reino Unido. Actualmente me encuentro haciendo un máster en el Reino Unido en la London Metropolitan University. Me dedico a la traducción de juegos de video, IT, política, material audiovisual y mercadeo. Sé manejar el Trados, MemoQ, Transtation y otros programas. Ofrezco igualmente servicios de localización de SEO, testeo lingüístico y enseñanza de idiomas. Tengo seis años de experiencia en el mercado, principalmente con empresas extranjeras importantes como Alpha CRC (en donde trabajé como LQA tester durante dos años), Frontier Developments, Glyph Services, Sintagma PT, SDI Media, The Kitchen, entre otros. He sido invitado a varias conferencias internacionales como la TLC2015 en Varsovia y Language and the Media en Berlín en 2014. El año que viene estoy invitado a otra conferencia en Sevilla. Actualmente me dedico a la traducción y a la enseñanza de idiomas en Cambridge como autónomo.

En defensa de los traductores venezolanos y de unas tarifas no degradantes

Muy buenas,
En primer lugar, sé que tenía MUCHO tiempo sin escribir por acá, pero la verdad es que he estado un poco ajetreado con proyectos y nuevos trabajos :D. De hecho, en esta publicación quiero hablar precisamente de una situación que me ocurrió con un cliente. La persona me contrata por Linkedin porque necesitaba un traductor de español latino. Yo le presento mis tarifas y él me dice que solo podían ofrecerme 2,5 USD/minuto por un trabajo de Origination (creación de subtítulos). Por supuesto, yo quise siempre negociar para beneficiarme yo, pues esa tarifa es poco más que un salario mínimo en EE.UU. Su respuesta fue la siguiente:
“I understand that, XXX. But I’m in touch with several translators in Caracas with lots of experience and the rates are way below the ones we are negotiating.”
Por supuesto, mi indignación fue mucha al oír semejante respuesta. Por ello creo que es conveniente poner al tanto a mis lectores venezolanos sobre estas prácticas que están haciendo las agencias de traducción aprovechando la terrible crisis econónomica y social en la que nos ha sumergido el chavismo.
Quería primero defender a los traductores venezolanos: mi país, y, sobre todo, mi universidad, la UCV, es reconocida a nivel regional por ser de las pioneras en la traducción e interpretación. No solo eso. En ella, dieron clases personas importantes del mundo de la traducción como Georges L. Bastin y fue, durante muchos años, punta de lanza en cuanto a la innovación y la capacitación de sus traductores. De hecho, los traductores venezolanos que salen al exterior triunfan en las grandes empresas y dejan su huella por donde pasan. Probablemente no seremos la UAB, ni tendremos tecnología de punta para enseñar a nuestros estudiantes, o nos hará falta una actualización de pensum. ¡Pero es que esa es la situación del país en general! ¡El país necesita actualizarse para que también lo haga la EIM!
Ahora, en cuanto al correo del señor, creo que, aparte de la deliberada explotación que hace de los venezolanos, esto también sucede porque nosotros no hemos sido capaces de organizarnos para exigir precios justos cuando lidiamos con clientes internacionales (para mis lectores de afuera: los venezolanos no podemos comprar ni vender dólares libremente, por lo que tenemos dos economías paralelas: una en bolívares y otra en dólares. El paraíso es ganar en dólares y vivir en bolívares).
Debemos, por ende, dar esa discusión sobre precios internacionales, pues, de lo contrario, seguirán abusando reiteradamente del absurdo económico chavista. Aquí hago una propuesta de precios más o menos decentes que podemos cobrar:
Palabra: 0.07 – 0.10 USD/word.
Precio por hora: 25 a 35 USD.
Precio por traducción de subtítulos: 4 USD/minuto.
Precio por creación de subtítulos: 6 USD/minuto.
Y vuelvo y repito lo que escribí a los miembros del Colegio de Traductores: está bien que en laCaracas de 2015 puedas hacer maravillas con 100 dólares, pero eso no es una tarifa normal para tener una vida decente. Debemos pensar en el futuro: una vez que captemos clientes con precios irrisorios, NO habrá forma de subir las tarifas. Cuando el país mejore, porque va a mejorar, pasarán de ganar una “maravilla” a un sueldo de supervivencia.
Creo entonces pertinente iniciar un debate a fondo sobre este tema.

Por Juan Pablo Sans